Es evidente que los apasionados del boxeo son minoría, pero eso es algo que ocurre en todos los deportes. ¿Cuántos aficionados al fútbol ven un partido solo si juega su equipo? Y esto no es una crítica, ya que es precisamente ese numeroso aficionado ‘casual’ el que hace crecer un deporte gracias a su interés e inversión. En el boxeo, a falta de ese vinculo sentimental con un equipo, las pasiones son despertadas por personalidades.
La simpatía por un determinado boxeador nace, por ejemplo, de su estilo, carisma o filiación. En un ámbito más reducido, ese factor suele ser una relación de amistad o compañerismo, “somos del mismo gimnasio”. Popularidad que resulta fundamental para sacar adelante cualquier humilde velada. Eventos que sirven como fogueo para nuevos talentos y de escaparate para atraer más aficionados o practicantes.
Amén de poder ser, pocas veces, una pequeña forma de financiación del gimnasio de turno y una manera de publicitarse ante potenciales clientes o patrocinadores. Estos pequeños eventos constituyen el humus necesario para que pueda desarrollarse el boxeo en ese territorio. Apoyando a los luchadores locales se favorece que el deporte se perpetúe, tenga futuro y sea más respetado y promocionado por dirigentes y medios de comunicación.
Para ello es necesaria una cierta estabilidad en la afluencia. Si pelea el púgil popular de la zona, sus amigos y compañeros de 'gym' acuden. Pero si no, algunos espectadores que reclamaban más apoyo al boxeo y atención para los logros de su colega, no asisten. Entonces, ¿el apoyo es al boxeo o solo al amigo? Si no se consigue una base estable y amplia de apoyo entre los propios practicantes y seguidores de este deporte, tenderá a ser más minoritario y residual. Sin afición, no hay boxeo.
Promocionar de manera más eficaz y anticipada cuándo y dónde se realizan las veladas es otro punto que ayudaría a llegar a más gente. El trabajo de unos y el apoyo de otros deben ir en comunión. Porque, como bien enunció el comentarista Eduardo Lamazón: “El boxeo lo hacemos todos. Los dos mejores peleando en medio del desierto, sin ojos viendo, no significarían nada. Boxeadores, sí; pero también oficiales, periodistas, narradores, asistentes, porras, ruido... y la gente”.